Presentamos con mucho agrado la charla ofrecida por nuestra socia Angélica Guzmán, en ocasión de la reunión del mes de junio:
Franz Tamayo
(La Paz, 1879 – 1956) Poeta y político boliviano. Como él mismo lo señala, es de “sangre” india ennoblecida por España. A principios de siglo, su familia era dueña de cuatro latifundios: Coniri, Yaurichanbi, Chacomo y Quena‑Amaya. En este último lugar, pasó su infancia, recibiendo clases privadas de piano, alemán, latín y de francés que le enseñaba su padre. Luego, en su juventud se embarcó para Inglaterra, Alemania y Francia, donde asistió a clases en la Sorbona, siguiendo estudios clásicos y demostrando su preferencia por la filosofía alemana, la poesía francesa y los clásicos latinos. Después de tres años de ausencia volvió a Bolivia para emprender una vida bastante activa como intelectual, escritor y político. Procuraré analizar, aunque sea someramente sobre tres facetas de su vida: la familia, el político y, sobre todo, el poeta.
La familia
De su madre, doña Felicidad Solares, se sabe poco que fue una mujer de sangre indígena y dedicada íntegramente a la crianza de sus siete hijos. Mas por el amor y la admiración con que Franz Tamayo se refiere a ella, se deduce que, a través de sus sentimientos maternales y hablándole en lengua de sus antepasados, le transmitió la sensibilidad para captar las vibraciones de la naturaleza, la belleza del paisaje altiplánico, la nobleza de una raza; pero, ante todo, con ella aprendió a sentir orgullo por su abolengo aimara y a no tener desdén por los valores culturales de sus ancestros.
La infancia de Franz Tamayo, que transcurrió entre la casa solariega de la ciudad y las propiedades rurales de su padre, estaba marcada por el amor de sus progenitores y la grata compañía de sus hermanos, con quienes compartía los juegos y las fantasías propias de su edad. En su adolescencia entró en contacto con las culturas, las lenguas y los escritores del Viejo Mundo. Uno de los que mejor supo tocar sus fibras íntimas fue el poeta francés Víctor Hugo, cuyas obras leía, dice él, en francés y con pasión inusitada.
Franz Tamayo retornó a Bolivia en 1904, pero se ausentó nuevamente a estudiar en La Sorbona de París. En Londres conoció a la joven francesa Blanca Bouyon, con la que contrajo matrimonio. Tras vivir un tiempo en Europa, la pareja se trasladó a Bolivia, donde convivió algunos años más, hasta que la unión se rompió de manera inevitable, debido, en parte, a desavenencias culturales. Las dos hijas del matrimonio, Blanca y Anita, fallecieron a temprana edad. El amor que Tamayo sentía por la francesa, según algunos, inspiró el célebre poema “Balada de Claribel”, según críticos, una auténtica joya de la lírica hispanoamericana.
Tiempo después, al cumplir los treinta años de edad, Tamayo conoció a Luisa Galindo, una mujer de singular belleza y carácter afable, que le cautivó el corazón y le alivió el dolor sentimental de su matrimonio anterior. Vivió en una casona de La Paz y en su hacienda de Yaurichambi -situada cerca del majestuoso Illampu y el lago Titicaca-, donde creó gran parte de su producción literaria unidas a las adversidades de su multifacética carrera de abogado, poeta, pensador, ensayista, periodista, dramaturgo y parlamentario.
En palabras de Fernando Diez de Medina, “Las polémicas del sociólogo alternan con los proverbios del filósofo; las luchas políticas con los versos del artista. Filólogo, hombre de leyes, humanista en el sentido más profundo del vocablo, toda disciplina cívica le es familiar. Ha sido diputado, diplomático, asesor jurídico, Ministro de Estado, Canciller y Presidente electo de la República, cargo que no alcanza a desempeñar por razones de política interna. Orador de garra, aún se escucha su verbo olímpico, que maridando la lógica con la elocuencia, dictó verdaderos cursos de derecho público y moral social”.
Como político fundó el Partido Radical, fue diputado y ocupó sucesivamente diversos cargos de relevancia, como los de presidente de la Cámara, delegado de la Sociedad de Naciones y ministro de Relaciones Exteriores, hasta que en 1935, durante la guerra del Chaco, fue elegido presidente de la República; sin embargo, no llegó a tomar posesión a causa del golpe militar dirigido por José Luis Tejada Sorzano. Algunos años más tarde presidiría la Asamblea Constituyente
Franz Tamayo desarrolló una amplia labor como periodista. Fue fundador de “El Fígaro” , “El Hombre Libre” y director del matutino “El Diario”. Asimismo, ejerció la cátedra de sociología en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz y colaboró con varias publicaciones nacionales y con el “Amauta” del peruano José Carlos Mariátegui, entre otras.
Franz Tamayo, a pesar de las críticas insensatas y los comentarios malintencionados, se lo considera uno de los propulsores del nacionalismo boliviano que, años más tarde, se vio reflejado en la revolución de 1952; un proceso que impulsó la nacionalización de las minas, el voto universal y la reforma agraria.
Por su obra poética se le considera el máximo representante del modernismo en nuestro país.
Toda su producción lo destaca como espléndido versificador modernista, dotado de extraordinario talento. Su poesía, está dotada de un vocabulario de finos matices, llena de símbolos, es equiparable a la de los mejores poetas de la lengua. De la altisonancia a la delicadeza lírica, el alma del poeta nos ofrece el bello espectáculo de su entusiasmo helénico, su temperamento, donde se mantiene el perfil vigoroso de una personalidad arraigada en el corazón de su país.
Entre sus obras destacamos: Odas, Proverbios sobre el arte, la vida y la ciencia, Nuevos Proverbios, Los nuevos Rubayat, Scherzos y Epigramas griegos. Es también autor de las tragedias líricas La Prometeida y Scopas y de notables ensayos socioculturales: La creación de la pedagogía nacional, uno de sus libros más difundidos, Crítica del duelo y Horacio y el arte lírico.
Los críticos aseveran que algunas de sus obras, aun perteneciendo al género dramático, se han analizado siempre como piezas líricas, debido a su gran carga poética tanto en la forma como en el contenido. De ahí que “La Prometheida”, al lado de “Scherzos”, “Scopas” y “Epigramas griegos” , es una de las creaciones donde más resplandece el talento poético de Tamayo, no sólo porque representa una grandiosa tragedia humana, con personajes de la mitología greco-romana, sino también porque constituye una sinfonía lírica en la cual la musicalidad del idioma encuentra su más alta expresión, unida sinestesias literarias, al cromatismo en el que las palabras expresan la diversidad de los colores. Según sus críticos: “Tamayo pretende hablar con los sonidos de las palabras que emplea, y en ello estriba buena parte de su originalidad”. Por ejemplo, el canto de Melifrón ( plantas cuyas flores producen néctar, sustancia que es usada por las abejas para producir miel), según Castañón Barrientos “es de una armonía imitativa de tan certeros efectos que demuestra cómo se puede expresar, con el sonido de las palabras antes que con el sentido de éstas, largamente, la melancólica voz de un ruiseñor en el preciso momento en que va a producirse la muerte de la protagonista”
Como todo hombre universal, con un vasto bagaje cultural y una hipersensibilidad a toda prueba, cultivó la mayoría de los géneros y en todos ellos fue innovador y creativo. Sus libros, escritos en verso y en prosa, abordan temas con un alto valor ético y estético. En ellos revela la fuerza de su inteligencia, su amplio conocimiento de las ciencias filosóficas y las artes en general. Algunos lo consideran el poeta boliviano por excelencia, mientras otros lo tratan como al vate iberoamericano digno de ser conocido, leído y difundido más allá de sus fronteras nacionales. Nadie pone en duda que fue supremo artífice del arte de versificar con la precisión de un orfebre.
El crítico literario Nicolás Fernández Naranjo, con respeto y admiración ante una obra y un autor de proyecciones universales, afirma en su comentario: “Tamayo es un poeta de extraordinaria dimensión artística. Su conocimiento de la lengua castellana asombra; nos deja atónitos su maestría y culto de la perfección. Formado en la escuela de Goethe, habría ‘preferido una revolución a un desorden’; no se hallan ripios, lugares comunes ni ‘rellenos’, ni tampoco prosaísmos en su obra poética (…) Los metros favoritos de Tamayo fueron el endecasílabo y el heptasílabo. Sus rimas son ricas, magistrales. Sensorialmente, era colorista: hay en sus versos derroche de sensaciones de color. Sentía atractivo y cultivaba a la perfección las figuras: las aliteraciones, las ‘derivaciones’, las onomatopeyas; en el retruécano no tiene rival; sus metáforas son igualmente ricas, inesperadas, asombrosas (…) Leyendo sus versos, se nota el trabajo de síntesis: sentía predilección por las fórmulas lapidarías, los pensamientos más densos expresados en pocas palabras”
El hermetismo de Tamayo, de manera consciente o inconsciente, ha contribuido a que su poesía sea poco conocida en el continente americano y casi desconocida internacionalmente. No se conocen sus obras, ni siquiera en las bibliotecas públicas ni académicas. Su obra, poética es un género apreciado por un reducido círculo de lectores acostumbrados a pasarse los libros de mano en mano, de reunión en reunión, de tertulia en tertulia.
Según Mariano Baptista Gumucio, por citar un caso, el desconocimiento de Tamayo “tiene que ver con el encierro físico y espiritual en que se halla Bolivia y con el menosprecio que los poderes públicos y los empresarios del nuevo riquismo vacunado sólidamente contra cualquier expresión del espíritu, manifiestan hacia la cultura. Para las gentes obnubiladas con el nuevo becerro de oro del desarrollo bien poco importa que la obra de autores como Tamayo, sea divulgada en el exterior. Si no hay una sola reedición de sus libros de poemas y hasta ahora no se ha recopilado sus ensayos y artículos dispersos en diarios y revistas, ¿cómo podemos imaginar que se le conozca fuera del país”
De sus trabajos en prosa es necesario citar “Horacio y el arte lírico”, “Proverbios sobre la vida, el arte y la ciencia” (2 vols.) y, su polémica “Creación de la pedagogía nacional” conformada por una serie de 55 editoriales publicadas en “El Diario” de La Paz, y que, contrariamente a lo planteado por Alcides Arguedas en “Pueblo enfermo”, aborda con lucidez aspectos de la educación boliviana desde una perspectiva indigenista y nacional; se trata de un auténtico ensayo filosófico que, por su trascendencia y por el impacto que tuvo -y sigue teniendo-, merece un análisis profundo y una nota aparte.
Para algunos de sus detractores, Tamayo se alejó del contexto histórico cultural en que vivió, sin embargo para don Carlos Condarco Santillán, asegura que Bolivia está presente en toda la obra de Franz Tamayo: los escenarios poéticos, el entramado y las recreaciones de mitos, símbolos universales y creencias son totalmente bolivianos y andinos. El espíritu del habitante de una nación enclavada entre las montañas y rodeada por un mar de vegetación (los valles y llanos), sus costumbres, sus virtudes, forman parte de una expresión lírica rica en connotaciones que la mayoría de la gente no sospecha, pero están ahí.
Asegura que Tamayo está en sus libros, ésa es la forma de llegar a él, salvando la brecha que nos distancia; primero tienen que reeditarse esos libros.
En segundo lugar, hay que formar lectores para Tamayo. Aquí está comprometida la escuela, pues en ella gradualmente se ha ido abandonando el estudio de humanidades clásicas. No hay que renunciar al mundo clásico, la cultura, la literatura clásicas. Son modelos que nunca envejecerán, dignos de imitar, no para lograr la perfección, pues eso sí está fuera del alcance de la escuela, aunque no debiera decirse lo mismo acerca de la universidad.
No debe asustamos el hecho de que pocas personas lean a Tamayo. ¿Quién lee corrientemente a Horacio en nuestros días? ¿Quién a Dante, que es más accesible? Hay escritores y literaturas que no se han hecho para el común de la gente. Es cierto, pero todos deberíamos tender a querer formar parte de ese grupo de élite. Lo que debemos exigir todos: autoridades, padres, maestros, estudiantes, es que las oportunidades sean iguales para todos; que el libro esté disponible para quien quiera leer. Tamayo debería llegar a todas las escuelas y bibliotecas públicas y privadas a costos bajos: el resto seguirá siendo elección individual, pero guiada por una constante motivación extrínseca.
Y tenemos una última reflexión para digerir a Tamayo: siempre tener a mano un diccionario especializado. Hoy en día puede caber en un celular, entonces no es un gran impedimento. Por ejemplo refiriéndose a La Prometheida, dice: se cuenta la génesis de la creación de La Prometheida, su triunfo sobre las adversidades, pero no lo dice escuetamente, sino con un lenguaje altamente simbólico, con una carga tremenda de símbolos y con una habilidad estética maravillosa en la construcción poética.
Al interior del poeta el bronce y el cristal se disputan la primacía de la creación, el bronce representa la épica, y el cristal la lírica, pero finalmente ambas se conjugan y surge lo dramático, con un alto contenido lírico, cuando el autor expresa:
Al fin bronce y cristal, lírico dúo, La vida dio su flor. Láurea crisálida
la musa maridó, que ahogara válida ya es mariposa azul al aire rosa,
de la fiera cercada el ronco arrúo! Y es pomo de oro la corola pálida.
En cuanto a su versificación, consta de treinta y dos tercetos en decasílabos clásicos de rima perfecta encadenada, un endecasílabo final clausura la rima del último terceto.
Los noventa y siete versos endecasílabos de este poema son analizados para ver su desarrollo y los recursos estilísticos de Franz Tamayo, las figuras y los símbolos preferidos por él, que en muchos casos son recurrentes en otras obras, por ejemplo la flor que viene a ser un símbolo en la poesía tamayana, también usada en Scherzos y otras obras.
La rima es consonante, rica y selecta. En cuanto al ritmo, la variedad rítmica, la distribución de los acentos es notable, respondiendo a las necesidades estéticas del poeta, que usa versos endecasílabos italianos, sáficos, anapésticos, etc.
El estilo está plagado de las figuras literarias favoritas de Tamayo: prosopopeyas, aliteraciones, metáforas, perífrasis, paronomasias, paradojas y muchas más, frecuentes en el poeta.
Apartado del compromiso político, y ante la necesidad de seguir transmitiendo su erudición a través de los versos, se recluyó en su casa colonial de la calle Loayza y, como su padre, se entregó a la soledad, rechazando los compromisos sociales y el trato con la gente. Se cuenta que en las postrimerías de su vida, pasaba los días sólo en compañía de sus seres más allegados, dedicado a la meditación filosófica, a su quehacer literario y a tocar las notas de Chopin en el piano; un instrumento que amó desde niño y a través del cual aprendió a amar la música clásica.
BALADA DE CLARIBEL
En la desolada tarde,
Claribel,
al claror de un sol que no arde,
Claribel,
me vuelve el amante alarde,
aunque todo dice: “es tarde,
Claribel”.
Lleva en sus alas el viento,
Claribel,
tu nombre como un lamento,
Claribel,
y en vano mis ansias siento
volar tras aquel concento,
Claribel.
Voz con que pía la ausencia,
Claribel,
saudade, canora esencia
Claribel!
Añoranza, transparencia
que la ausencia hace presencia,
Claribel!
Mar profundo y alto monte,
Claribel,
Es posible que tramonte,
Claribel,
tras el húmedo horizonte,
y que las nieves remonte
Claribel?
El tiempo es por siempre ido,
Claribel,
y eres quizás todo olvido.
Claribel,
Mas yo, iluso descreído,
aún pienso que me has querido,
Claribel.
El pan amargo en que muerdo,
Claribel
hecho está de tu recuerdo
Claribel!
Y el pasado nada cuerdo
es un sueño, en que me pierdo
Claribel!
Reina y mujer, niña y diosa,
oro, nácar, nieve y rosa
Claribel!
Cantaba en el aire un ave,
“Claribel ”
suave cual la suave
Claribel.
Y unía al plumado clave
dulce risa y lloro grave:
Claribel!
Una música escondida,
Claribel!
EL ÚLTIMO HUAYNO
Guarda la tierra larvas
y el aire giros.
Pasan leves suspiros
y sombras parvas.
Así al destino
canto el último huayño
el cierzo andino!
LAS KHANTUTAS
Regia flor escarlata
del Ande innata,
su tinte en que el sol brinca
consagra al Inca.
Toda doncella
de fiera sangre India
renace en ella!
LA VIBORA INVISIBLE
Romance aymara
Qué sabor tiene el perfume
que exhala tu oscura tez
Como una flor se consume
mi beso en tu oscura tez.
Qué‚ tibio imán invencible
envuelve tu oscura tez?
Una víbora invisible
virtió su magia en tu fez!
Desmayan en pleno vuelo
Las aves si oyen tu voz.
Dulce envenenado anhelo,
la muerte fluye en tu voz.
PROVERBIO
1
Luz de la tarde, tórtola que añora
Plañir del mar, otoño que se dora!
Nada hay más dulce ni más triste a un tiempo
Que ese amor de mujer que ruega y llora!
4
Ni lloro trágico ni heroica risa
No soy alud. Por qué vivir de prisa?
La vida, alegre o desdichada, tiene
Un refugio supremo, la sonrisa!
HABLA OLIMPO
Yo fui el orgullo como se es la cumbre,
Y fue mi juventud el mar que canta.
No surge el astro ya sobre la cumbre?
Por qué soy como un mar que ya no canto?
No rías, Mevio, de mirar la cumbre
ni escupas sobre el mar que ya no canta.
Si el rayo fue, no en vano fui la cumbre,
Y mi silencio es más que el mar que canta.