Si en un bote cada persona rema por su lado, éste se dará vueltas en su lugar. Pero si todos lleguen a consenso de remar en una sola dirección, llegarán a algún destino”. Son muchos los casos que requieren de este sabio consejo de los indígenas de Canadá, pertinente a nuestro tiempo de conflicto y demandas, consulta, diálogo y consensos.
La cuestión es: ¿Con qué espíritu se llega al consenso? Por supuesto ponerse de acuerdo para remar en la misma dirección es en sí un gran logro que exige la madurez de los involucrados, pero los navegantes ¿estarían dispuestos a reconocer su error con el mismo grado de madurez, sin oposición y crítica destructiva, si llegasen al destino equivocado para remar juntos, de nuevo hacia otra dirección? Aplicaríamos, los gobernantes, los líderes de opinión y el pueblo, este principio en la resolución de los casos difíciles y conflictivos donde se presentan distintos –no siempre antagónicos- proyectos, planes y opiniones.
El consenso podría tener otras características no siempre acorde a la verdad. El Sr. Casas tiene un inmueble que vale 20 mil dólares pero pide 40 mil por ello. Un amigo necesita de una vivienda pero tiene 20 mil. El Sr. Casas rebaja su pedido a 30 y el amigo, ante la necesidad y con sacrificio acepta el precio llegando a un consenso con el propietario. ¿Está basado este consenso sobre la verdad, la justicia y la honestidad? La respuesta depende de la conciencia, el grado de la información sobre el objeto del consenso, la visión del conjunto y la ética de ambas partes. Una reflexión sobre este sencillo caso y comparándolo con muchos de los consensos logrados actualmente en la sociedad, después de largas sesiones de diálogo y debate, nos podría ayudar en comprender mejor sus características en cada situación.
El consenso según Larousse es “el acuerdo dado por varias personas para que se haga una cosa”, es el fruto de una consulta o diálogo, pero será la expresión de la verdad y la justicia siempre que la consulta que lo ha cultivado y generado esté inspirada en los mismos valores.
Si la preocupación sincera por la justicia es la brújula que guía a todos nuestros consensos, entonces la consulta, como el proceso de toma de decisiones colectivas, debe ser la “expresión operativa de la justicia”, como se plantea en el ensayo de “Prosperidad de la Humanidad”. Esta exige “la búsqueda de la verdad con tal intensidad que supera a la que se presenta en los arreglos y negociaciones con que hoy se dirimen los asuntos humanos… El debate, la propaganda y los procedimientos basados en la confrontación dañan el propósito mismo que anima la consulta, que no es otro sino el de alcanzar un consenso sobre la verdad de una situación dada, y sobre la elección más sabia de entre los varios cursos de acción posibles en determinado momento”.
Según Abdu’l-Bahá, un filósofo divino, la verdadera consulta es “un diálogo espiritual en una atmósfera y actitud de amor” donde deben unir los pensamientos, pareceres y los sentimientos. Esto se puede lograr cuando cada miembro expresa su opinión con la absoluta libertad. “la brillante chispa de la verdad”, dice él, “salta solamente después del choque de las distintas opiniones”, lo que no significa el choque de sentimientos. Una consulta franca y sin trabas basada sobre cortesía y dignidad, con el fin de buscar la verdad con una mentalidad sistémica y abierta para aprender, y libre de disputa y confrontación en nombre de la crítica, conducirá a los participantes a un consenso para el bien común.
En el contexto socio económico y político actual no hay otra alternativa, que con una visión que abarque a la nación y el mundo y una voluntad que trascienda los intereses e inclinaciones particulares, remar juntos hasta alcanzar nuestro glorioso destino.
Manoutchehr Shoaie
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